Entre 500 y 750 las prendas se volvieron más complejas en su confección y empezaron a incorporar cierta ornamentación, como sandalias de yuca con dibujos geométricos de intensos colores. En la época victoriana era frecuente entre las mujeres cambiarse de vestido varias veces al día: por la mañana llevaban un vestido informal llamado peignoir, mientras que en el ámbito doméstico otro apodado pelisse robe; por la tarde, un redingote para salir a pasear o un vestido acampanado para recepciones; por la noche, vestidos más vistosos y escotados.
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